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1 de agosto de 2016

CAPÍTULO 9

                                 SAM


Desgraciadamente el Lunes llego y con él, el tener que ir a trabajar. Me levanto a las siete, me doy una larga ducha que me hace despertarme del todo. Cuando termino me visto con unos pitillos azules, una blusa blanca junto con una chaqueta fina de media manga verde y para terminar me calzo mis botines beis.

Bajo a desayunar con mi madre que ya está esperándome con su taza de café en la mesa, yo me preparo enseguida mis cereales Special K junto con un zumo de naranja, me siento a su lado. Hablamos de todo un poco, pero sobre todo, de su visita de ayer al abuelo. El cual, me cuenta ella, se quejó porque ya hace un tiempo que no me paso a verlo. La verdad es que tiene razón para quejarse, ya que desde que la abuela murió mis visitas han ido disminuyendo en un corto periodo de tiempo. Lo cual hace que me sienta mal. Le prometo a mi madre que me pasare a verlo en cuanto pueda. Terminamos de desayunar y ya cada una coge su camino.

Cojo mi bolso y mi móvil y mientras camino hacia el coche miro si Giorgio me ha escrito. Entro en notificaciones, tengo un mensaje. Mi corazón empieza a acelerarse de solo pensar que puede ser el. Pero todas mis esperanzas se espuman al ver que el mensaje es de Pilar diciéndome que  le han regalado dos pases para un desfile de moda para el Miércoles y que si la quiero acompañar. Le respondo que sí y que gracias por contar conmigo.

Me monto en el coche y mientras arranco me digo a mi misma, que ningún hombre se merece que lo estén esperando eternamente. Algo muy de Adri.


La verdad que en cuanto me pongo a trabajar, toda mi mente desconecta, es lo que me suele pasar cuando tengo una cámara en las manos. Es como que dejo de pensar. Así pues la mañana se me pasa volando y cuando me quiero  dar cuenta ya estoy de vuelta en casa.

Nada más entrar dejo mi bolso en el recibidor y me quito los botines. Me dirijo hacia la cocina cuando algo en la mesa del comedor me llama la atención. Me acerco, y me doy cuenta que es una roja rosa, es preciosa, y junto a ella hay un pequeño sobre en el que pone mi nombre. Abro el sobre, y leo la nota.


Se me hace imposible reprimir una sonrisa cuando acabo de leerla.

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